(c)ALAI, América Latina en
Movimiento
2013-08-24
2013-08-24

Chile: A Cuarenta Años: Crónica de un Golpe de Estado XIV
Lecciones de una dictadura
Álvaro Cuadra
1.- Paradoja
chilena
A fines de la
década de los años 80 del siglo XX, Chile y el mundo parecen inaugurar un nuevo
tiempo histórico. Por aquellos años, cae el muro de Berlín, poniendo fin a la
llamada Guerra Fría. Un cambio macro político destinado a abrir un nuevo curso a
la historia de la humanidad. Al mismo tiempo, en Chile, un plebiscito sacaba al
dictador Augusto Pinochet de la primera magistratura del país. Un cambio micro
político que significó el inicio de un proceloso camino hacia la restauración
democrática, un camino que después de 40 años todavía no termina.
Sin tener plena
conciencia de ello, el nuevo escenario nacional, e internacional, nos ofrecía lo
que podemos llamar “la paradoja chilena”. Si bien el dictador se retiraba de la
Moneda, refugiándose como comandante en jefe de su ejército, había dejado todo
“atado, bien atado” para que la institucionalidad dictatorial siguiera
presidiendo la política nacional por décadas. Con ello se garantizaba la
impunidad de civiles y militares que habían actuado como verdugos, Pinochet el
primero. Asimismo, se mantuvo un orden económico tremendamente ventajoso para
banqueros e inversionistas criollos y extranjeros. Por último, se estructuró una
legislación que dio garantías a los sectores de derecha para preservar mayorías
parlamentarias mediante el llamado sistema binominal.
En pocas
palabras, mientras el planeta entero enfrentaba una apertura inédita en la
historia, preparándose para ingresar en procesos de mundialización, la
institucionalidad chilena operó una clausura. Lejos de prepararse para cambios
democráticos en la sociedad chilena, las elites locales se aferraron a una
constitución heredada de la dictadura, acomodándose a ella. En una sociedad que
hasta el presente se estructura casi como un régimen de castas, la constitución
de Pinochet cristalizó una democracia oligárquica: clasista, excluyente y anti
democrática.
De este modo, la
dictadura de Augusto Pinochet fue el instrumento de una clase social para
realizar el “trabajo sucio”, descabezando un movimiento popular ascendente a
sangre y fuego, sembrando el territorio nacional de cadáveres. La barbarie en
que se ha sumido la derecha chilena se prolonga hasta el presente bajo la forma
de impunidad para los responsables –civiles y militares- de crímenes de lesa
humanidad. Pero también en impedir la expresión democrática de las mayorías
ciudadanas y en la represión de amplios sectores de chilenos que reclaman sus
derechos, estudiantes, trabajadores.
En la hora
presente y superada ya la falsa dicotomía que nos proponía como únicos modelos
posibles el “socialismo real” de cuño soviético o el “neoliberalismo” de estilo
occidental; surge en Chile, como en otros países de la región, la verdadera
contradicción histórica y social que nos acompaña desde la independencia: Una
democracia oligárquica que legitima la injusticia de los más o una democracia
participativa que restituya la soberanía de nuestros pueblos.
2.- Dolores y
enseñanzas
Las
circunstancias históricas más aberrantes y trágicas han sido también una ocasión
propicia para el aprendizaje y la reflexión. El sufrimiento individual y
colectivo pareciera ser un acicate que nos muestra el significado de ciertos
acontecimientos, más allá de lo intelectual, más allá de la emoción. Ni entender
la racionalidad política de una acción militar ni la consternación ante la
barbarie parecen suficientes ante tanto dolor y tanta muerte. Para entender
cabalmente ciertos acontecimientos se requiere además “comprenderlos en su
profundidad”. Esta comprensión está más allá de los conceptos y las
emociones e implica una aprehensión que reclama un compromiso integral, pleno de
intensidad y radicalidad, una genuina experiencia espiritual.
Desde una
perspectiva tal, todo lo acontecido en Chile desde 1973 representa una
degradación moral que solo puede avergonzar al género humano. El fatídico golpe
de Estado protagonizado por Augusto Pinochet ha significado, ni más ni menos,
poner en entredicho la “dignidad humana”, violentando los cuerpos y la
vida de hombres y mujeres, muchos de ellos, desaparecidos hasta hoy. Los actos
inspirados en el fanatismo homicida, en la codicia y el egoísmo solo multiplican
el sufrimiento en víctimas y victimarios. La barbarie pervive cuando sigue
impune, pues solo la justicia humana puede redimir parcialmente la ignominia.
Ningún uniforme
es suficiente para ocultar lo que somos. Abusar o asesinar a otro, sea en nombre
de cualquier ideología o creencia, es abusar o asesinar a un semejante. Este
“saber moral” es aceptado por laicos y creyentes y se inscribe por
derecho propio entre los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida.
Chile ha debido compartir su tragedia con muchos otros pueblos de la tierra, el
momento amargo de su dolorosa degradación. Un dolor que se expresa en miles de
torturados, asesinados, desparecidos y en el luto de sus familiares. Un dolor
que también se expresa en la vergüenza que ensombrece nuestro país hasta
nuestros días, un dolor que se llama impunidad y se llama desigualdad e
injusticia.
Las nuevas
generaciones de chilenos deben aprender a vivir con las cicatrices de un pasado
triste y vergonzante. Sin embargo, por lo mismo, se les impone el desafío de
restituir la “dignidad” a la vida en nuestra sociedad. La dimensión
profunda de nuestra historia, espiritual si se quiere, nos concierne a todos y
atañe a nuestra estatura humana. No se trata de una cuestión etérea, lejana y
ajena, la “dignidad” se realiza en la vida concreta de los pueblos donde
cada individuo encuentra un lugar para su realización. En el presente, los
chilenos estamos llamados a construir nuevos horizontes democráticos,
inclusivos, participativos, que conjuguen el crecimiento material con el
desarrollo moral, dejando atrás la tristeza y el rencor del siglo
precedente.
3.- Fuerzas
Armadas: Tarea Pendiente
Democratizar un
país consiste en lo fundamental en ajustar las instituciones al amplio tejido
social de la nación a la que sirve. En este sentido, se hace indispensable
reconfigurar la institucionalidad chilena y eso pasa por una nueva constitución
para nuestra república. Este nuevo diseño solo puede emanar de la voluntad
soberana de un pueblo, cualquiera sea la forma en que ésta se exprese.
Democratizar Chile es poner todas las instituciones de un estado responsable
como garantía de una vida digna para hombres, mujeres y niños nacidos en este
país, sin importar su condición social, su credo, ideología u origen étnico. En
un Chile democrático todos deben encontrar su lugar, sin
exclusiones.
En ese Chile
democrático corresponde abordar el complejo problema de nuestras fuerzas
armadas. Hasta el presente, se trata de un tópico que nadie quiere abordar, es
un tabú político que los diversos partidos y figuras eluden, ignorando un
aspecto fundamental para el presente y el futuro histórico del país. Plantear el
problema de una profunda democratización de las fuerzas armadas es políticamente
incorrecto, sin embargo, se trata de una cuestión insoslayable en los años
venideros. Esto se explica, en parte, en el hecho evidente de que han sido las
instituciones castrenses las que han protagonizado una dictadura atroz que nos
avergüenza hasta hoy.
El papel de las
fuerzas armadas en un Chile democrático no puede estar disociado del curso
histórico del país en su conjunto. La dictadura de Augusto Pinochet y su
constitución de facto politizó en extremo a los institutos armados, llegando al
grotesco de asegurar a los comandantes en jefe un sillón parlamentario, formando
a generaciones de oficiales en doctrinas foráneas y anti patrióticas de
“seguridad nacional”, que conciben a los sectores sociales oprimidos como un
“enemigo interno”. Esta profunda distorsión de la herencia de nuestros héroes
sigue pesando en los cuarteles, convirtiendo a las fuerzas armadas en verdaderos
gendarmes de un Estado policial.
El Chile del
mañana requiere de unas fuerzas armadas democráticas, garantizando el acceso a
sus institutos de todos los jóvenes chilenos sin exclusiones clasistas como
acontece en la actualidad. Las instituciones de la defensa nacional requieren
recuperar un nuevo sentido de patriotismo, tan profundo como generoso. En tanto
instituciones del Estado chileno, no es aceptable que sean convertidas en cotos
cerrados donde reina el nepotismo, como una entidad parásita y ajena a los
problemas del país. Una democracia robusta no puede desarrollarse mirando al
mundo militar como una amenaza presente o futura. Construir una nueva relación
con los uniformados en un país democrático es uno de los grandes desafíos de
Chile en el presente siglo, una nueva relación que deje atrás la triste historia
que ya conocemos.
4.- Lecciones
de una dictadura
Suele acontecer
en la historia que tras muchas décadas se vuelve en espiral al mismo punto de
partida, pero en un nivel cualitativamente distinto. El caso del golpe de Estado
en Chile, pareciera confirmar esta sentencia. Al observar las últimas décadas se
constata que las razones profundas que llevaron en su momento, a la elección de
Salvador Allende y su singular “vía chilena al socialismo” nunca han
desaparecido. El fundamento último de la llamada Unidad Popular fue la
aspiración de una parte importante de la población de ver realizadas sus
aspiraciones de justicia social frente a una democracia oligárquica por
definición desigual y excluyente.
Si bien el
pasado, el presente y el futuro constituyen categorías temporales, lo cierto es
que el imaginario histórico y social se define más bien como una “experiencia
histórica”, esto es, como un tiempo vivido. En este sentido, todo “ahora”, tal y
como nos enseña Benjamin, actualiza su pasado histórico como un “otrora” un
presente diferido que adquiere una nueva significación en una circunstancia
actual. Ese “otro ahora” no ha desaparecido de la subjetividad colectiva, está
allí cristalizado en recuerdos, testimonios, imágenes, en fin, está inscrito
simbólicamente como una posibilidad cierta. No se trata desde luego, de reeditar
experiencias históricas sino de reconocer en ella su fundamento histórico y
moral.
Desde esta
perspectiva, la superación de la Guerra Fría y su falsa oposición entre un
socialismo de cuño soviético o un capitalismo al estilo occidental, torna más
nítido el carácter histórico político de la fisura latinoamericana. En efecto,
en este “ahora” del siglo actual surge con mayor claridad el imperativo de dejar
atrás las formas arcaicas de una democracia oligárquica sedimentada desde los
albores de nuestra independencia y cuya expresión más reciente es la
constitución de facto impuesta por una dictadura militar.
La guerra de
Augusto ha sido el intento más acabado de refundar un país, afirmando, al mismo
tiempo, su tradición oligárquica. Esta empresa, empero, está llegando a su fin.
Como señaló el mismo Allende aquel histórico 11 de septiembre de 1973: “Tienen
la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con
el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Tales palabras adquieren hoy su sentido más pleno y profundo, pues las nuevas
generaciones retoman los pasos de un proceso democrático cuyo sentido es el
mismo de hace cuarenta años: el anhelo de una mayor justicia social para las
mayorías.
Es cierto, otros
son los protagonistas, otras las voces. Es cierto, muy diversas las
circunstancias del mundo y de nuestro país. Otros los matices de la historia
presente, mas los gritos y demandas en las calles nos traen los ecos de ese
otrora que reclama su presente. Hay un sutil hilo de seda que atraviesa el
tiempo aparente, diríase un mismo espíritu que anima dos épocas separadas por
tanto dolor, por tanto silencio. Es la marcha humana de muchedumbres en las
calles, hombres, mujeres, niños, construyendo su destino en el océano infinito
de tiempo y de historia, su propia historia.
- Álvaro Cuadra es
investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados.
ELAP. Universidad ARCIS, Chile.
Lecciones de una dictadura
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.