domingo, 1 de septiembre de 2013

El orden internacional y Siria: ¿qué mundo construir?


September 1, 2013
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Para el logro de un mundo en equilibrio con los contrapesos necesarios para evitar las acciones unilaterales se hace indispensable la construcción de un mundo auténticamente multipolar.
Claudio Chipana
 
La guerra no es la continuación de la política por otros medios (Clausewitz), es la muerte de la política y de toda forma de diálogo y entendimiento mutuo; con ella la razón se apaga dejando paso al irracional empleo de la fuerza.
 
 
Ante la inminencia de un ataque a Siria por parte de las potencias de la OTAN, los EEUU, Inglaterra y Francia, una vez más se cierne una nube cargada de incertidumbres y riesgos para la paz en todo el orbe.
 
 
¿Pueden uno o varios países tomarse la atribución de ser el juez mundial y emprender una invasión de otro país por “razones humanitarias”, sin el debido consentimiento de la comunidad internacional o las evidencias indispensables? ¿Existe hoy una comunidad internacional con capacidad de hacer respetar sus resoluciones y su voluntad?
 
 
Si el mundo se presenta como unipolar, esa comunidad por más “internacional” que se precie de serlo, ciertamente no tiene esa capacidad.
 
 
Cada Estado puede y tiene derecho a enarbolar principios inalienables de soberanía y tomar decisiones para defender sus intereses especialmente cuando estos se consideran afectados.
 
 
Sin embargo, la necesidad de convivir y coexistir a lado de otras naciones dentro de una comunidad de naciones exige reglas adicionales de limitar ese derecho a partir del derecho del resto de naciones sean éstas grandes o pequeñas.
 
 
Una nación cualquiera, si no desea actuar como gendarme mundial, no puede decir “me asiste el derecho de invadir a otra nación”, sin tomar en cuenta al conjunto de la comunidad internacional, sus normas y sus instancias.
 
 
Para lograr un mundo en equilibrio con los contrapesos necesarios, a fin de evitar las acciones unilaterales, es indispensable la construcción de un mundo auténticamente multipolar con más peso y participación de las naciones consideradas “pequeñas” en las decisiones internacionales.
 
 
Por ello, cualquier intervención externa debe en todo caso ser medida en sus consecuencias y repercusiones sobre el conjunto de naciones involucradas directa o indirectamente, de modo que la intervención militar no sea nunca la opción preferente.
 
 
Se debe fijar los parámetros en el marco de la legislación internacional que distingan una genuina intervención humanitaria de una abierta o embozada agresión externa.
 
 
Para entender la situación de Siria, que vive una situación de guerra civil en la que se enfrentan el gobierno de Assad y la oposición armada desde el exterior, resulta inevitable e indispensable remitirse a los casos de Irak (en la que, según la ORB, se perdieron 1.2 millón de vidas) , Afganistán y Libia como referentes inmediatos.
 
 
Lo cierto es que la intervención occidental en estos países en una aventura que Bush llamo la “guerra contra el terror” y las “armas de destrucción masiva” no ha tenido otros resultados que no hayan sido la destrucción de muchas vidas, la posesión del petróleo y la conquista de objetivos geopolíticos.
 
 
¿Qué falta o qué tiene que ocurrir para que se produzca un equilibrio mundial más duradero y fiable y se eviten nuevas guerras?
 
 
De hecho existe la ONU, creada en 1945 y cuyo primer punto es garantizar la paz mundial, y sus distintos organismos y niveles.
 
 
¿Acaso haría falta crear un tribunal para sancionar las guerras injustas y condenar a aquellos gobernantes que incitaron una guerra injusta e ilegal?
 
 
En palabras de Mairead Maguire, premio Nobel de la Paz, “la violencia no es la respuesta, acabemos con esta ‘guerra contra el terror’ y démosle a la no violencia y a la paz un oportunidad” (Violence is not the answer, let’s end this ‘war on terror’ and give non violence and peace a chance.)
 
 

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