miércoles, 15 de enero de 2014

Comunismo: Las verdaderas lecciones de Marx, artículo de Louis Janover


Comunismo

Las verdaderas lecciones de Marx

Por Louis Janover[1]-[i]


¡El comunismo se muere! ¡El comunismo está muerto! Después de la muerte de Marx y de la caída del marxismo, he aquí de nuevo los titulares que en su momento estuvieron de moda cuando los países del Este volvieron a la economía de mercado. Ahora bien, sorpresa paradójica, esta «muerte del comunismo» confirma claramente «la ley de desarrollo económico de la sociedad moderna» que el autor de El Capital pretendía haber revelado.  Prueba de que las tendencias que se manifiestan y se realizan con vehemencia en el capitalismo estaban igualmente activas en las sociedades de un verdadero comunismo inexistente, a pesar de sus esfuerzos por abolir con decretos las etapas de esta evolución!
Los fenómenos que se habían producido en Moscú y en Leningrad[2] aceleraron este proceso inevitable.  Las alianzas políticas y sociales de la URSS no podían desarrollarse a ritmo diferente del resto del mundo. Profundamente influenciadas por los movimientos económicos de las transnacionales, las pretendidas «dictaduras burocráticas inamovibles», que algunos veían en las manos de una estratocracia[3-ii] inflexible y victoriosa, que no se
detuvo antes de derrumbarse bajo el ataque violento de la artillería pesada de mercado[4]. Los países más desarrollados económicamente enrostraron a la  atrasada URSS la  imagen de su propio futuro y le servirían de modelo.
La Unión de Repúblicas soberanas, hasta ayer todavía «socialistas» y «soviéticas», pudieron recibir sin complejos ayudas, créditos e inversiones y prestarse de buena gana a las duras  curas de austeridad prescritas por los terapeutas del FMI en posesión del maná financiero. Con el beneplácito de la democracia parlamentaria desaparecieron los últimos vestigios, arcaicos, del poder instaurado por los bolcheviques  al día siguiente de la Revolución de octubre.  Así termina  una de las más grandes mistificaciones de los tiempos modernos, pero para remplazarla de inmediato por otra farsa no menos dolorosa y de consecuencias funestas.  Puesto que el cadáver enterrado no es el que se  cree. Si los medios y la intelligentsia casi unánimes hablan a propósito del «comunismo», es con menosprecio de la reconocida teoría « clásica » que definió bajo este término una comunidad humana liberada del capital y del Estado.
¿Hay que señalarlo cuando volvemos al pasado del Este? El PC ha sido a lo largo de su vida la negación absoluta y despiadada de lo que el Manifiesto comunista anuncia en estos términos desde 1848: “En lugar de la vieja sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de clases, surgirá una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición para el libre desarrollo de los demás”.
Fueron los pensadores y militantes convencidos de esta concepción del comunismo los primeros en analizar y denunciar los efectos del régimen de terror «totalitario» implementado por el partido único sostenido por los PC del mundo entero. Críticos y adversarios incondicionales del bolchevismo en todas sus variantes, demostraron que el llamado sistema soviético, a pesar de su carácter socialista destinado a realizar el cambio,  no era más que una variante exótica del capitalismo, una sociedad que explotaba la fuerza de trabajo donde el Estado controlaba el crecimiento del capital por medio de los órganos de planificación centralizados.
Para los bolcheviques mismos, el comunismo era un objetivo históricamente lejano. ¿No había glorificado Lenin mismo, en una de sus últimas intervenciones en la tribuna del PC, las virtudes del capitalismo de Estado, teniendo la honestidad, la inteligencia, de disculpar a Marx de toda responsabilidad por morir sin dejar «una sola palabra sobre este tema”?
  
El asesino no es la víctima
No fueron raros los comunistas, los libertarios y partidarios del socialismo de los comités, que rechazaron el discurso del nuevo régimen y denunciaron el «totalitarismo» naciente  en esta concepción de la organización social.
 
 En revancha, muchos de aquellos que en su momento aplaudieron el  «entierro del comunismo»  eran extrañamente débiles frente a los hechos y fechorías del régimen difunto y tomaban como premios los nombramientos controlados por la nomenklatura soviética.
 
Hoy, gracias a esta manipulación semántica universalmente aceptada, perseguidos y perseguidores van a descansar juntos bajo la misma lápida, condenados por igual a la execración de las muchedumbres mantenidas en la ignorancia de esta usurpación de identidad. ¡Desgracia a quien se atreva a hacer la diferencia! El ingenuo que, por ser audaz, se porclama seguidor de Marx, Rosa Luxemburg y del  comunismo, de Bakunin y del anarquismo será al instante sospechoso de suspirar en secreto por el totalitarismo.
 
Negar la razón a la víctima y al asesino es, de verdad, la manera más cómoda y expeditiva de apagar todo pensamiento crítico y liberador fundado en una ética proletaria cuyo imperativo categórico de «invertir  todas las relaciones donde el hombre es un ser humillado, esclavizado, abandonado, despreciable[5]», permanece hoy como ayer. Pero esta idea -de hecho, es la misma del comunismo- que no debe nada ni al bolchevismo, ni a la socialdemocracia, ni al liberalismo, no puede dejar de reaparecer, así sea bajo un nombre diferente.
Una vez en la vía de la economía de mercado, los pueblos de la nueva Unión descubrirán las dificultades. Países del Este están ya midiendo los límites de esta liberalización que, para ellos, no es ninguna liberación. Se encuentran de nuevo contra la pared, condenados en lo inmediato a iniciar un camino que perciben, sin embargo, que será una nueva etapa de su vía crucis.  Para encontrar una salida, terminarán por recuperar la historia de sus propias luchas contra el «totalitarismo» que comienza bien antes que aquellas de los  disidentes y reformadores vinculados hoy a la economía de mercado, y sin posibilidad de  confundirse con ella.



[1] Artículo publicado en las páginas « Débats » del diario Le Monde, 7 setiembre 1991.
[2]  Alusión al fracasado golpe de estado, muy conocido por los medios occidentales, del fantasmal « Comité « Comité de Estado para el estado de emergencia » del 19 al 21 de agosto de 1991, que marca el aumento de apoyo popular del « demócrata » dirigente del PC ruso, Boris Yeltsin, y prepara la dimisión de Gorbatchev en diciembre del mismo año.
[3] Para una visión más completa sobre esta aceleración (la dimensión militar, por ejemplo), « hecha inevitable como consecuencia de la reorganización de la división internacional del trabajo » (p.70) así como de la ceguera total de los « especialistas » oficiales del « totalitarismo » ruso delante de los mecanismos efectivamente en acción, consúltese la obra de L. Janover, Les dissidents du monde occidental –critique de l'idéologie antitotalitaire, Spartacus 1991.
[5]  Karl Marx, Pour une critique de la Philosophie du Droit de Hegel (1843), in Œuvres III - Philosophie, Bibliothèque de la Pléiade, p. 390.




[i] Louis JANOVER colaboró en la edición de las Œuvres de Marx «La Pléiade»   .
[ii] Estratocracia: Stratocratie:
Etimología: del griego stratos: ejercito; Kratos: poder, autoridad.
Estratocracia: es un término poco utilizado para designar un sistema político donde el poder esta ejercido por los militares.  Los militares adquieren un poder tal que se constituye en una verdadera sociedad y se encarga de las orientaciones políticas y económicas de toda la nación.
Ejemplos de los regímenes donde el término estratocracia es utilizado:
- el gobierno de Napoleón después de su regreso de la Isla de Elba
- La Unión Soviética en los años 1980.

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