El Centro Democrático no fracasó pero tampoco
tuvo éxito político porque la mayoría del congreso sigue siendo santista, si
sumamos la mayoría liberal en la cámara de representantes, en donde la lista
uribista ocupa un modesto quinto puesto detrás de cambio radical. Gritar a los
cuatro vientos un triunfo de Uribe es olvidar que el congreso colombiano es
bicameral.
Las elecciones del congreso
previstas para este año habían generado gran expectativa antes de su realización
el pasado domingo 9 de marzo. En efecto, el congreso es el espacio por
excelencia en donde se definirá el futuro del proceso de paz y del tipo de
reformas políticas y legales que lo pueden acompañar en su implementación.
Muchas figuras políticas que podrían parecer aptos para aspirar a la Presidencia
de la República decidieron echar su suerte en las elecciones parlamentarias,
sobre todo en el momento en que la agenda del proceso de paz volvía a ser
visible y tomaba fuerza gracias al segundo acuerdo que firmaron las Farc y el
Gobierno en la Habana, concerniente a la participación política.
Otro ingrediente adicional que
generó expectativa en las elecciones parlamentarias fue la presencia del
expresidente Uribe y su lista presentada por el Centro Democrático. Muchos
analistas y líderes de opinión propusieron la idea de que las elecciones
parlamentarias serían un termómetro de la vuelta del uribismo al país y, por
ende, permitirían medir la acogida que tiene en la sociedad colombiana la idea
de un proceso de paz.
El cubrimiento
mediático
Cuando los resultados electorales
comenzaron a conocerse, las hipótesis de los medios de comunicación en su
cubrimiento fueron las siguientes: 1. La izquierda fracasó1, 2. El
uribismo y el santismo se disputaron permanentemente el ser la primera fuerza
política del país2, 3. No hubo relevos políticos relevantes. Las
hipótesis de los analistas son parcialmente ciertas. Esto puede verse con
claridad si tomamos en cuenta los sesgos conceptuales implícitos, además de la
pésima calidad de los cubrimientos televisivos, como el que hizo el Canal
Caracol a la cabeza de las múltiples ocurrencias del director de su noticiero,
Luis Carlos Vélez.
Algunos episodios del cubrimiento en
televisión dejan mucho que desear pues conciernen a errores surgidos por un
desconocimiento infantil de datos y nociones básicas de las elecciones que debe
tener un canal que, según lo expresó el mismo Vélez, llevaba casi un año
preparando la forma de cubrir las elecciones. Lo primero que llamó la atención
es que en dos ocasiones y con toda la naturalidad del caso, el canal ofrecía a
sus televidentes una imagen de la posible conformación del Congreso según
curules en la que la opción del voto en blanco ocupaba una parte de las
sillas de la corporación legislativa. Sólo vale la pena recordar que es
imposible que el voto en blanco ocupe una curul. Todo un equipo de
noticias (salvo algunos analistas que estaban en un panel, pero que no
pertenecían al Canal) olvidó que el cálculo de curules en el Congreso debe
hacerse excluyendo el voto en blanco. Resulta evidente que la planificación del
material didáctico para el cubrimiento de los resultados dejó de lado ese
pequeño pero crucial detalle, lo que pone de manifiesto la poca seriedad
periodística para cubrir noticias políticas.
El futuro de la
izquierda
Pasar de 8 a 5 curules en el caso
del Polo Democrático (Imagen 1) parece ser un escandaloso fracaso electoral. Sin
embargo, el Polo de hace cuatro años no es el mismo de ahora. En el 2010 el Polo
era quien representaba electoralmente a casi todas las fuerzas de izquierda. En
esta ocasión las fuerzas de la izquierda estaban fragmentadas en el propio Polo,
Progresistas (que formó parte de la alianza verde) y la Unión Patriótica que
tomó votación de un sector de la militancia del Partido Comunista y de personas
afectas al proceso. La fragmentación de la izquierda no fue buena porque los
resultados no beneficiaron a la Unión Patriótica que alcanzó apenas el 0.69%
para sus candidatos de Cámara a nivel nacional y el 2.52% para el Parlamento
Andino.
Imagen 1. Número de curules del Senado por partido
político (Fuente: http://www.registraduria.gov.co)
El problema de la fragmentación de
la izquierda es que quedan votos flotantes que, en caso de estar reunidos en un
número superior en una sola lista (abierta o cerrada), habrían significado el
aumento en por lo menos unas 2 o 3 posibles curules para una coalición. Las
elecciones fueron una paradoja para la izquierda: aumentó ligeramente el número
de sus votantes pero no vio reflejado el aumento en una coalición de oposición
que llegue unida al congreso.
Quizá esto pueda remediarse con una
alianza con el Partido Verde para formar una coalición opositora al gobierno de
Santos. La posibilidad no es tan remota y, de hecho, el perfil de la mayoría de
congresistas que ganaron curul por ambas listas, permite pensar que van a tener
consensos, fundamentalmente en las agendas del proceso de paz. Sin embargo, al
respecto hay tres inconvenientes.
El primero es que la alianza verde
(y lo que anteriormente fue el Partido Verde) se caracterizó por su eclecticismo
político y por presentar en sus campañas frases de periodista como “los recursos
son sagrados”, “a mí no me pagaron, yo vine porque quise”, etc. Los verdes no
tienen una unidad programática que condiciona su participación en las elecciones
sino que es todo lo contrario: los resultados electorales condicionan sus
contenidos programáticos. Los Verdes son una tierra de nadie en donde las
fuerzas políticas del país tratan de colocar sus fichas, como Navarro Wolf o
Enrique Peñalosa.
El segundo es que la exitosa
votación de Jorge Enrique Robledo deja sobre el aire algunos puntos
indispensables para poder consolidar una alianza entre Polo y Verdes. Robledo es
perfectamente consciente de la ambigüedad programática de los Verdes y puede
interpretar el apoyo a ciertas agendas del proceso de paz como un coqueteo
frente a Santos o la renuncia a una postura de oposición.
El tercero tiene que ver con las
elecciones presidenciales y con la postura que tomen Navarro y los perfiles de
izquierda de la Alianza Verde frente a la actual candidatura de Peñalosa. Al
respecto, las últimas declaraciones de Petro que incitan al voto en blanco para
las presidenciales pueden ser tomadas por ciertos sectores del Polo, con cierta
razón, como una afrenta a la izquierda y a una verdadera oposición a Santos.
Después del resultado de la Unión Patriótica, el Polo sabe que en términos
realistas la única candidatura de izquierda es la de Clara López, por lo que el
sector de Robledo y sus allegados van a utilizar este hecho de forma estratégica
para intentar posicionarse en el espectro del Congreso y de las fuerzas de
izquierda en general.
Sin embargo, la llegada de Jesús
Alberto Castilla a la fila de congresistas del Polo puede poner nuevas cartas
sobre la mesa que ayuden a desoxidar el escenario de una izquierda que se debate
entre un apoyo al proceso de paz que es complaciente con Santos y una postura de
oposición que, si bien es necesaria, a veces se vuelve intransigente y
testaruda, impidiendo la unidad. Alberto Castilla proviene del movimiento
social, del Congreso de los Pueblos, que ha construido una concepción de la paz
que permite superar el debate entre unos que creen que la paz es apoyar a Santos
y otros que piensan que oponerse a Santos es relegar el proceso de paz a una
instancia inferior. La búsqueda de la paz es un campo de disputa por la
construcción de la vida digna, por lo que no implica sucumbir ante la derecha,
ni tampoco puede ser dejada de lado por las agendas sociales y económicas
tradicionales de la izquierda (como la lucha contra el TLC, la salud, la
educación, etc.), pues la verdadera paz pasa por incluir estas agendas como
parte de una solución integral al problema de la violencia en nuestro
país.
¿Fue el Uribismo una
sorpresa?
La existencia del Centro Democrático
fue siempre polémica. Los montajes de fotos de campaña, la gente que le lanzaba
comida al expresidente, etc., parecían ser síntomas de que Uribe estaba
desgastado y desesperado. En varias de sus intervenciones, el analista León
Valencia auguraba la muerte política de Uribe y expresaba preocupación y temor
por su desesperación. Sin embargo, los signos de muerte de Uribe no fueron bien
interpretados. Muchas personas confundieron un personaje polémico con un
personaje quemado o desgastado. Son cosas totalmente distintas, incluso
opuestas: si alguien está quemado no genera polémica ni recibiría tomates en una
concentración. La capacidad de Uribe de generar polémica es el signo de su buena
salud, pues aún tiene la capacidad de poner a los medios de comunicación a
hablar de él y sus peculiares declaraciones y ocurrencias. Ésa es su estrategia
para mantenerse en la memoria de los colombianos.
Pero Uribe no es el mismo de antes.
Un análisis triunfalista del centro democrático debe ser evitado. De hecho, la
lista de Uribe no alcanzó las 20 curules, pues al final del escrutinio quedó con
19 siendo superado por el partido de la U, que quedó con 21. Quizá la
popularidad de Uribe, que registraba un 54% para el mes de enero, debía haberse
traducido en por lo menos 4 curules más para su movimiento, pues de hecho era
uno de los personajes que gozaba de más prestigio y reconocimiento para las
elecciones parlamentarias que siempre se han caracterizado por niveles de
abstención superiores al 60% (este año fue del 67%) y que tiene bajo interés
para los colombianos. Un resultado superior a las 18 curules era lo mínimo que
podía esperarse de Uribe al participar en elecciones de personajes desconocidos
siendo un personaje muy conocido, apreciado y popular. Así, el Centro
Democrático no fracasó pero tampoco tuvo éxito político porque la mayoría del
congreso sigue siendo santista, si sumamos la mayoría liberal en la cámara de
representantes, en donde la lista uribista ocupa un modesto quinto puesto detrás
de cambio radical (Imagen 2). Gritar a los cuatro vientos un triunfo de Uribe es
olvidar que el congreso colombiano es bicameral.
Lo que explica la sensación de
sorpresa es el error de los analistas y de la izquierda, que consiste en
subestimar al uribismo y a la figura de Uribe. Los análisis de izquierda no
pasan de colocarle adjetivos al uribismo como “clientelista”, “estúpido” o
“ignorante”, lo cual no permite entender nada sino que sólo son calificativos
que regocijan el propio espíritu, pero que no disputan votos. Más allá de las
figuras polémicas de José Obdulio Gaviria, María del Rosario Guerra, Paloma
Valencia, Alfredo Ramos, Tania Vega y su cercanía con procesos de parapolítica,
es imposible ignorar que la fuerza del uribismo radica en su peculiar énfasis en
la seguridad. No se puede olvidar que el discurso de la seguridad es de crucial
importancia en un país como Colombia, no sólo para los ricos que tienen fincas,
sino quizá aún más –paradójicamente- para los sectores populares que se
preocupan y tienen miedo de no ser asaltados o asesinados en la puerta de su
casa en las zonas marginales de las ciudades. La importancia de la seguridad no
puede ser desechada en un país en donde la gente salía de su casa y tenía miedo
de no volver en la noche al ser alcanzada por un carro comba de los carteles del
narcotráfico en la década de los 90. El éxito de Uribe no se debe
fundamentalmente a que la gente tenga convicciones filosóficas arraigadas de
derecha sino a que la seguridad es un problema latente para los habitantes de
este país y el expresidente ha sabido hábilmente interpretarlo para su propio
beneficio, aunque su política de seguridad beneficia sobre todo a los sectores
pudientes.
¿Qué esperar en otras
elecciones?
La extrapolación de resultados de
estas elecciones para vaticinar o anticipar posibles tendencias en las
elecciones presidenciales o en una elección de alcalde en Bogotá debe ser
cuidadosa. Si hablamos de las elecciones presidenciales, hay que tener en cuenta
que son comicios radicalmente distintos. La primera diferencia es que en las
presidenciales tienen mucho mayor interés pues son elecciones más simples y sus
candidatos suelen ser muchísimo más visibles en los medios de comunicación. La
segunda es que para las elecciones del congreso Uribe era candidato directo,
mientras que para las presidenciales no, por lo que la transferencia de votos y
popularidad del expresidente a Zuluaga es más difícil de lograr, aunque no
imposible. La tercera, que es la más importante, es que en las presidenciales
suelen votar más personas, de las que no podemos saber su opción política en las
parlamentarias. De acá que este tipo de análisis esté fundado en una amplia
incertidumbre estadística lo que les quita credibilidad.
De igual modo sucede con las
elecciones en Bogotá. La Silla Vacía aseguró que a Petro le fue mal gracias a
los resultados de Cámara. Hacer una afirmación tal es poco creíble, tiene poca
seriedad y ningún sentido. Petro no pierde en una revocatoria porque el número
de votos que hubo por Cámara para Bogotá no alcanza el umbral de la elección.
Hay un poco menos de 1.280.000 votos para Cámara en Bogotá, pero a eso deben
discriminarse los votos en blanco que constituyen el 11% y los votos de fuerzas
que no tienen un interés explícito en tomar una posición en la revocatoria, lo
que da como resultado una disputa de alrededor de 700 mil votos que, si bien da
victoria a las fuerzas anti-petristas en número, está lejos de alcanzar el
umbral. Esto confirma que las elecciones de alcalde tienen más personas
interesadas en votar por lo que una extrapolación estadística que quiera
analizar el futuro de Petro a través de los resultados de Cámara de
Representantes tiene poco fundamento. Este tipo de análisis supone también un
comportamiento transitivo y coherente de los votantes en donde todos votan
siempre por un mismo partido y por opciones políticas predefinidas con criterios
militantes, lo cual no aplica para los sufragios colombianos ni bogotanos, en
los que el alcalde y la composición mayoritaria del concejo de la misma ciudad
son de tendencias políticas opuestas y provienen de la misma elección. Los
resultados de Cámara ni alcanzan el umbral ni tampoco pueden presagiar una
victoria numérica de las fuerzas anti-petristas pues la composición de las
variables estadísticas es heterogénea en el caso de las elecciones
parlamentarias, las elecciones de alcalde y las elecciones de revocatoria de
mandato, ya que el comportamiento de los electores es profundamente distinto en
ésas tres situaciones.
***
1http://www.elespectador.com/noticias/politica/el-pais-gira-derecha-video-479693 // http://www.las2orillas.co/la-alianza-verde-y-polo-democratico-se-rajaron/
http://alainet.org/active/71961
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