viernes, 14 de marzo de 2014

Elecciones al congreso 2014: análisis






El Centro Democrático no fracasó pero tampoco tuvo éxito político porque la mayoría del congreso sigue siendo santista, si sumamos la mayoría liberal en la cámara de representantes, en donde la lista uribista ocupa un modesto quinto puesto detrás de cambio radical. Gritar a los cuatro vientos un triunfo de Uribe es olvidar que el congreso colombiano es bicameral.


Las elecciones del congreso previstas para este año habían generado gran expectativa antes de su realización el pasado domingo 9 de marzo. En efecto, el congreso es el espacio por excelencia en donde se definirá el futuro del proceso de paz y del tipo de reformas políticas y legales que lo pueden acompañar en su implementación. Muchas figuras políticas que podrían parecer aptos para aspirar a la Presidencia de la República decidieron echar su suerte en las elecciones parlamentarias, sobre todo en el momento en que la agenda del proceso de paz volvía a ser visible y tomaba fuerza gracias al segundo acuerdo que firmaron las Farc y el Gobierno en la Habana, concerniente a la participación política.
Otro ingrediente adicional que generó expectativa en las elecciones parlamentarias fue la presencia del expresidente Uribe y su lista presentada por el Centro Democrático. Muchos analistas y líderes de opinión propusieron la idea de que las elecciones parlamentarias serían un termómetro de la vuelta del uribismo al país y, por ende, permitirían medir la acogida que tiene en la sociedad colombiana la idea de un proceso de paz.
El cubrimiento mediático
Cuando los resultados electorales comenzaron a conocerse, las hipótesis de los medios de comunicación en su cubrimiento fueron las siguientes: 1. La izquierda fracasó1, 2. El uribismo y el santismo se disputaron permanentemente el ser la primera fuerza política del país2, 3. No hubo relevos políticos relevantes. Las hipótesis de los analistas son parcialmente ciertas. Esto puede verse con claridad si tomamos en cuenta los sesgos conceptuales implícitos, además de la pésima calidad de los cubrimientos televisivos, como el que hizo el Canal Caracol a la cabeza de las múltiples ocurrencias del director de su noticiero, Luis Carlos Vélez.
Algunos episodios del cubrimiento en televisión dejan mucho que desear pues conciernen a errores surgidos por un desconocimiento infantil de datos y nociones básicas de las elecciones que debe tener un canal que, según lo expresó el mismo Vélez, llevaba casi un año preparando la forma de cubrir las elecciones. Lo primero que llamó la atención es que en dos ocasiones y con toda la naturalidad del caso, el canal ofrecía a sus televidentes una imagen de la posible conformación del Congreso según curules en la que la opción del voto en blanco ocupaba una parte de las sillas de la corporación legislativa. Sólo vale la pena recordar que es imposible que el voto en blanco ocupe una curul. Todo un equipo de noticias (salvo algunos analistas que estaban en un panel, pero que no pertenecían al Canal) olvidó que el cálculo de curules en el Congreso debe hacerse excluyendo el voto en blanco. Resulta evidente que la planificación del material didáctico para el cubrimiento de los resultados dejó de lado ese pequeño pero crucial detalle, lo que pone de manifiesto la poca seriedad periodística para cubrir noticias políticas.
El futuro de la izquierda
Pasar de 8 a 5 curules en el caso del Polo Democrático (Imagen 1) parece ser un escandaloso fracaso electoral. Sin embargo, el Polo de hace cuatro años no es el mismo de ahora. En el 2010 el Polo era quien representaba electoralmente a casi todas las fuerzas de izquierda. En esta ocasión las fuerzas de la izquierda estaban fragmentadas en el propio Polo, Progresistas (que formó parte de la alianza verde) y la Unión Patriótica que tomó votación de un sector de la militancia del Partido Comunista y de personas afectas al proceso. La fragmentación de la izquierda no fue buena porque los resultados no beneficiaron a la Unión Patriótica que alcanzó apenas el 0.69% para sus candidatos de Cámara a nivel nacional y el 2.52% para el Parlamento Andino.
Imagen 1. Número de curules del Senado por partido político (Fuente: http://www.registraduria.gov.co)
 
El problema de la fragmentación de la izquierda es que quedan votos flotantes que, en caso de estar reunidos en un número superior en una sola lista (abierta o cerrada), habrían significado el aumento en por lo menos unas 2 o 3 posibles curules para una coalición. Las elecciones fueron una paradoja para la izquierda: aumentó ligeramente el número de sus votantes pero no vio reflejado el aumento en una coalición de oposición que llegue unida al congreso.
Quizá esto pueda remediarse con una alianza con el Partido Verde para formar una coalición opositora al gobierno de Santos. La posibilidad no es tan remota y, de hecho, el perfil de la mayoría de congresistas que ganaron curul por ambas listas, permite pensar que van a tener consensos, fundamentalmente en las agendas del proceso de paz. Sin embargo, al respecto hay tres inconvenientes.
El primero es que la alianza verde (y lo que anteriormente fue el Partido Verde) se caracterizó por su eclecticismo político y por presentar en sus campañas frases de periodista como “los recursos son sagrados”, “a mí no me pagaron, yo vine porque quise”, etc. Los verdes no tienen una unidad programática que condiciona su participación en las elecciones sino que es todo lo contrario: los resultados electorales condicionan sus contenidos programáticos. Los Verdes son una tierra de nadie en donde las fuerzas políticas del país tratan de colocar sus fichas, como Navarro Wolf o Enrique Peñalosa.
El segundo es que la exitosa votación de Jorge Enrique Robledo deja sobre el aire algunos puntos indispensables para poder consolidar una alianza entre Polo y Verdes. Robledo es perfectamente consciente de la ambigüedad programática de los Verdes y puede interpretar el apoyo a ciertas agendas del proceso de paz como un coqueteo frente a Santos o la renuncia a una postura de oposición.
El tercero tiene que ver con las elecciones presidenciales y con la postura que tomen Navarro y los perfiles de izquierda de la Alianza Verde frente a la actual candidatura de Peñalosa. Al respecto, las últimas declaraciones de Petro que incitan al voto en blanco para las presidenciales pueden ser tomadas por ciertos sectores del Polo, con cierta razón, como una afrenta a la izquierda y a una verdadera oposición a Santos. Después del resultado de la Unión Patriótica, el Polo sabe que en términos realistas la única candidatura de izquierda es la de Clara López, por lo que el sector de Robledo y sus allegados van a utilizar este hecho de forma estratégica para intentar posicionarse en el espectro del Congreso y de las fuerzas de izquierda en general.
Sin embargo, la llegada de Jesús Alberto Castilla a la fila de congresistas del Polo puede poner nuevas cartas sobre la mesa que ayuden a desoxidar el escenario de una izquierda que se debate entre un apoyo al proceso de paz que es complaciente con Santos y una postura de oposición que, si bien es necesaria, a veces se vuelve intransigente y testaruda, impidiendo la unidad. Alberto Castilla proviene del movimiento social, del Congreso de los Pueblos, que ha construido una concepción de la paz que permite superar el debate entre unos que creen que la paz es apoyar a Santos y otros que piensan que oponerse a Santos es relegar el proceso de paz a una instancia inferior. La búsqueda de la paz es un campo de disputa por la construcción de la vida digna, por lo que no implica sucumbir ante la derecha, ni tampoco puede ser dejada de lado por las agendas sociales y económicas tradicionales de la izquierda (como la lucha contra el TLC, la salud, la educación, etc.), pues la verdadera paz pasa por incluir estas agendas como parte de una solución integral al problema de la violencia en nuestro país.
¿Fue el Uribismo una sorpresa?
La existencia del Centro Democrático fue siempre polémica. Los montajes de fotos de campaña, la gente que le lanzaba comida al expresidente, etc., parecían ser síntomas de que Uribe estaba desgastado y desesperado. En varias de sus intervenciones, el analista León Valencia auguraba la muerte política de Uribe y expresaba preocupación y temor por su desesperación. Sin embargo, los signos de muerte de Uribe no fueron bien interpretados. Muchas personas confundieron un personaje polémico con un personaje quemado o desgastado. Son cosas totalmente distintas, incluso opuestas: si alguien está quemado no genera polémica ni recibiría tomates en una concentración. La capacidad de Uribe de generar polémica es el signo de su buena salud, pues aún tiene la capacidad de poner a los medios de comunicación a hablar de él y sus peculiares declaraciones y ocurrencias. Ésa es su estrategia para mantenerse en la memoria de los colombianos.
Pero Uribe no es el mismo de antes. Un análisis triunfalista del centro democrático debe ser evitado. De hecho, la lista de Uribe no alcanzó las 20 curules, pues al final del escrutinio quedó con 19 siendo superado por el partido de la U, que quedó con 21. Quizá la popularidad de Uribe, que registraba un 54% para el mes de enero, debía haberse traducido en por lo menos 4 curules más para su movimiento, pues de hecho era uno de los personajes que gozaba de más prestigio y reconocimiento para las elecciones parlamentarias que siempre se han caracterizado por niveles de abstención superiores al 60% (este año fue del 67%) y que tiene bajo interés para los colombianos. Un resultado superior a las 18 curules era lo mínimo que podía esperarse de Uribe al participar en elecciones de personajes desconocidos siendo un personaje muy conocido, apreciado y popular. Así, el Centro Democrático no fracasó pero tampoco tuvo éxito político porque la mayoría del congreso sigue siendo santista, si sumamos la mayoría liberal en la cámara de representantes, en donde la lista uribista ocupa un modesto quinto puesto detrás de cambio radical (Imagen 2). Gritar a los cuatro vientos un triunfo de Uribe es olvidar que el congreso colombiano es bicameral.
 
 

Imagen 2. Número de curules para Cámara (Fuente: http://www.registraduria.gov.co)
 
 

Lo que explica la sensación de sorpresa es el error de los analistas y de la izquierda, que consiste en subestimar al uribismo y a la figura de Uribe. Los análisis de izquierda no pasan de colocarle adjetivos al uribismo como “clientelista”, “estúpido” o “ignorante”, lo cual no permite entender nada sino que sólo son calificativos que regocijan el propio espíritu, pero que no disputan votos. Más allá de las figuras polémicas de José Obdulio Gaviria, María del Rosario Guerra, Paloma Valencia, Alfredo Ramos, Tania Vega y su cercanía con procesos de parapolítica, es imposible ignorar que la fuerza del uribismo radica en su peculiar énfasis en la seguridad. No se puede olvidar que el discurso de la seguridad es de crucial importancia en un país como Colombia, no sólo para los ricos que tienen fincas, sino quizá aún más –paradójicamente- para los sectores populares que se preocupan y tienen miedo de no ser asaltados o asesinados en la puerta de su casa en las zonas marginales de las ciudades. La importancia de la seguridad no puede ser desechada en un país en donde la gente salía de su casa y tenía miedo de no volver en la noche al ser alcanzada por un carro comba de los carteles del narcotráfico en la década de los 90. El éxito de Uribe no se debe fundamentalmente a que la gente tenga convicciones filosóficas arraigadas de derecha sino a que la seguridad es un problema latente para los habitantes de este país y el expresidente ha sabido hábilmente interpretarlo para su propio beneficio, aunque su política de seguridad beneficia sobre todo a los sectores pudientes.
¿Qué esperar en otras elecciones?
La extrapolación de resultados de estas elecciones para vaticinar o anticipar posibles tendencias en las elecciones presidenciales o en una elección de alcalde en Bogotá debe ser cuidadosa. Si hablamos de las elecciones presidenciales, hay que tener en cuenta que son comicios radicalmente distintos. La primera diferencia es que en las presidenciales tienen mucho mayor interés pues son elecciones más simples y sus candidatos suelen ser muchísimo más visibles en los medios de comunicación. La segunda es que para las elecciones del congreso Uribe era candidato directo, mientras que para las presidenciales no, por lo que la transferencia de votos y popularidad del expresidente a Zuluaga es más difícil de lograr, aunque no imposible. La tercera, que es la más importante, es que en las presidenciales suelen votar más personas, de las que no podemos saber su opción política en las parlamentarias. De acá que este tipo de análisis esté fundado en una amplia incertidumbre estadística lo que les quita credibilidad.
De igual modo sucede con las elecciones en Bogotá. La Silla Vacía aseguró que a Petro le fue mal gracias a los resultados de Cámara. Hacer una afirmación tal es poco creíble, tiene poca seriedad y ningún sentido. Petro no pierde en una revocatoria porque el número de votos que hubo por Cámara para Bogotá no alcanza el umbral de la elección. Hay un poco menos de 1.280.000 votos para Cámara en Bogotá, pero a eso deben discriminarse los votos en blanco que constituyen el 11% y los votos de fuerzas que no tienen un interés explícito en tomar una posición en la revocatoria, lo que da como resultado una disputa de alrededor de 700 mil votos que, si bien da victoria a las fuerzas anti-petristas en número, está lejos de alcanzar el umbral. Esto confirma que las elecciones de alcalde tienen más personas interesadas en votar por lo que una extrapolación estadística que quiera analizar el futuro de Petro a través de los resultados de Cámara de Representantes tiene poco fundamento. Este tipo de análisis supone también un comportamiento transitivo y coherente de los votantes en donde todos votan siempre por un mismo partido y por opciones políticas predefinidas con criterios militantes, lo cual no aplica para los sufragios colombianos ni bogotanos, en los que el alcalde y la composición mayoritaria del concejo de la misma ciudad son de tendencias políticas opuestas y provienen de la misma elección. Los resultados de Cámara ni alcanzan el umbral ni tampoco pueden presagiar una victoria numérica de las fuerzas anti-petristas pues la composición de las variables estadísticas es heterogénea en el caso de las elecciones parlamentarias, las elecciones de alcalde y las elecciones de revocatoria de mandato, ya que el comportamiento de los electores es profundamente distinto en ésas tres situaciones.
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