Jueves 6 de marzo de 2014, por Hernando Calvo Ospina
Palabras
de Hernando Calvo Ospina durante el homenaje al presidente Hugo Chávez Frías, a
un año de su desaparición física, “Sobre los pasos de Chávez”, organizado por
la embajada de la República Bolivariana de Venezuela. Paris, 5 de marzo 2014.A
fines de 1812 el venezolano Simón Bolívar llegó a Cartagena, en el Caribe
colombiano. Las tropas españolas aun no habían sido expulsadas, después de dos
años de haberse proclamado la independencia, pero había empezado la primera
guerra civil entre los clanes de la aristocracia criolla. Afortunadamente, las
tropas dirigidas por Bolívar se pusieron por encima de los intereses de casta y
expulsaron a los españoles, dando así la independencia a Colombia en agosto de
1819.
Después
de haber dado la independencia a Bolivia, Perú y Ecuador, el libertador regresó
a Bogotá. Su sueño era la unidad, por ello su ambición era crear una gran
Patria con esas naciones, más Venezuela y Colombia. Pero los que estaban al
frente del poder en Bogotá pensaban lo contrario. Por ello realizaron varios
atentados contra su vida. El principal tuvo lugar el 25 de septiembre de 1828.
Su gran amor y coronela de sus tropas, la ecuatoriana Manuelita Saenz, le salvó
la vida. Al día siguiente, cuando la noticia del atentado circuló, el pueblo
salió a las calles aclamando a Bolívar y reclamando la muerte de los
responsables del atentado. En especial de Francisco de Paula Santander, el
principal instigador. Un tribunal los condenó. Algunos fueron fusilados y otros
encarcelados. Santander fue condenado a muerte, pero Bolívar conmutó su pena
por el exilio.
Con
la muerte de Bolívar, Santander, que muy poco había combatido por la libertad
de Colombia, regresó cubierto de honores. Se le devolvieron sus títulos y hasta
se le nombró presidente. Entonces empezó a destruir los sueños de unidad
latinoamericana de Bolívar.
“Mi
generosidad lo defiende”, había declarado Bolívar cuando Santander iba al
paredón por traidor.
Generoso.
Como Bolívar, extremadamente generoso fue Hugo Chávez Frías, otro venezolano.
No he conocido otro.
Y
como a Bolívar, la mayoría de atentados contra su vida y la revolución
bolivariana, que concibió y lideró, fueron preparados en el país vecino,
Colombia. Con sus particularidades, la historia casi se repitió unos 200 años
después.
Chávez
trabajó como pocos por la paz en Colombia. Ustedes ni se imaginan. Le decían
que facilitara el acercamiento y las conversaciones entre las partes
enfrentadas. El se ocupaba de la llegada de las dirigencias de la guerrilla a
Venezuela. Luego le estallaba el escándalo de que él las protegía y financiaba.
A veces Chávez se ponía furioso. Y con razón. Pero unos instantes después
volvía a creer que se podía detener la guerra civil en el país hermano que
tanto amaba.
Al
presidente Chávez Bogotá, y otras capitales que se decían “amigas”, le
entregaron teléfonos y otros artefactos de comunicación para que él los hiciera
llegar a la dirigencia guerrillera, con el pretexto de “tener contactos
directos”. Eso sí, generoso era, pero tonto no. Ahí iban camuflados medios de
localización para bombardear a los mandos de las FARC que los tuvieran. ¿Se
imaginan ustedes? Y puedo decir que esto fue un "detallito" para lo
que trataron de hacer e involucrarlo.
Las
calumnias y traiciones nunca se detuvieron. Pero él insistía e insistía.
“Calvo, hay que confiar en que la oligarquía colombiana un día entienda lo
urgente de la paz”, me dijo una vez cuando las tensiones con Bogotá eran
extremas.
Mientras
esto sucedía, él volvía ciudadanos a miles y miles de colombianos
indocumentados, emigrados por cuestiones económicas o por la guerra civil. Al
fin podían caminar, divertirse, trabajar sin miedos, enviar sus hijos a la
escuela y con la posibilidad de reclamar sus derechos y hasta sus salarios. En
contrapartida le enviaron unos centenares de paramilitares a los campos y
ciudades. Unos para atentar contra su vida. Otros para entrenar a
contrarrevolucionarios.
¿Quién
no recuerda a Ingrid Betancourt? Chávez
se la jugó toda para lograr que las FARC la entregaran. Y esta guerrilla se la
iba a entregar a Chávez. Esa es la verdad. Pero, ¡cuántas trampas de los
enemigos de la paz! ¡Cuántas jugadas sucias le hicieron a él! Recuerdo al
entonces Ministro de Relaciones Exteriores, hoy presidente Maduro, insistiendo
para que se le hiciera llegar con prontitud unos medicamentos porque ya dizque
moría. Y ella, allá, en su cautiverio, sana. Mientras todos los medios de
prensa presionando, inventando estupideces para poner a las gentes en contra de
Chávez. ¡Qué no hacían Bogotá y Washington para que todo le saliera mal! Ah, si
ustedes supieran todo lo que hubo atrás de este “caso” Ingrid... Algún día se
tendrá que contar.
Y
Chávez insistiendo por Ingrid, y Chávez insistiendo por la paz en Colombia.
Chávez insistiendo con esa fe, con esa tenacidad. Jugándosela toda, incluida su
seguridad y hasta la de su país.
Salió Ingrid y ni siquiera un saludo a Chávez…
Pero
Chávez siempre volvía a creer que se podía empezar. Volvía a perdonar las
traiciones, y los planes para asesinarlo y desestabilizar su proyecto
bolivariano. Planes concebidos por los herederos de Santander. Daba la espalda
feliz porque creía que ahora sí aparecía una lucecita para la paz en Colombia.
Pero el cuchillo de los vecinos traidores, guiados por los pérfidos del Norte,
se levantaba presto a clavarse. En ese hombre, humano como pocos.
Aun
así Chávez insistía, como la gota que cae sobre la roca; como la hormiguita que
abre camino.
En
septiembre 2012 se iniciaron conversaciones entre el gobierno colombiano y la
guerrilla de las FARC en La Habana. Bogotá como que entendió que la paz es una
urgencia para los colombianos y la región. Chávez no fue el único responsable
de que ello se lograra, pero insistió e insistió, y entregó todo lo que su
país, su Revolución Bolivariana, podía aportar. Y así lo siguió haciendo el
presidente Maduro. ¡Y qué decir de Cuba!
De
todo corazón, ¡gracias!
Chávez,
tu mencionabas a Jesucristo constantemente. Te encomendabas a él como a Marx.
Yo aquí acomodo una de las frases de Cristo cuando estaba en la cruz, y que
quizás tu repetiste en aquellos momentos de traiciones y calumnias:
“perdónalos, aunque sí saben lo que hacen”.
Hernando Calvo Ospina
POR SOBERANIA Y DEMOCRACIA, LA ALTERNATIVA ES CLARA!
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