Sobre Petro y Ordoñez
Por Álvaro Ochoa Morales*
«La
prudencia, que hace verdaderos sabios». Con esa frase de un conocido
villancico nos sorprendió ayer el señor Procurador General de la Nación, el
Doctor Ordóñez.
Yo no pensé en el Niño Jesús sino en un programa
de televisión de hace algunos años, que se llamaba «Ordónese de la Risa », pues si algo caracteriza al señor Procurador
que tenemos, es precisamente su imprudencia.
Yo no voy a hacer una apología de Gustavo Petro,
el Alcalde Mayor de Bogotá. Lo único que le reconozco es que es un señor
inteligentísimo, pero sé que es otro politiquero. La forma como sacó de la
dirección del Polo Democrático Alternativo –partido al que nunca he
pertenecido- al doctor Carlos Gaviria Díaz- persona de quien tengo los más
altos conceptos- me mostraron a un Gustavo Petro capaz de traicionar la amistad
para tomar ventajas personales.
Pero sé que la sanción que le impuso el señor
Procurador es desmedida e injusta.
Tengo la convicción de que el señor Procurador
sí puede investigar y sancionar a todos los servidores públicos, incluso a
quienes han sido elegidos por voto popular. Tal vez piensa uno en el fenómeno
de la legitimidad, pero si le damos validez a ésta tendríamos que desconocerle
al Consejo de Estado la facultad de retirar la investidura de un congresista.
El Consejo de Estado está conformado por magistrados elegidos entre ellos
mismos, por el sistema conocido como cooptación, en cambio, el congresista es elegido por el
voto popular. Desde luego que en una democracia puede tener más legitimidad el
servidor escogido directamente por el pueblo que el servidor nombrado por otra
autoridad o por un círculo de amigos. Pero la Constitución, que es la carta de
navegación del país, dictada teóricamente por el pueblo, les asigna esas
funciones a determinadas autoridades, y expresamente autoriza al Consejo de
Estado para declarar la nulidad de una elección hecha por el pueblo o para
retirar la investidura a un congresista también elegido popularmente.
Así mismo, la Constitución asignó al señor
Procurador la función de investigar y de sancionar a todos los servidores
públicos, cualquiera haya sido el mecanismo de ingreso al servicio.
Pero otra cosa, muy distinta, es que el señor
Procurador abuse de sus funciones, y se tome el cargo para dar palizas a
servidores públicos que no son de sus simpatías personales, por ejemplo, a
quienes no son sus correligionarios. Es sabido que el Procurador Ordóñez se ha
tomado el cargo para hacer proselitismo religioso en favor de la iglesia
cristiana romana.
Ya tuvimos ocasión de conocer una sanción
draconiana que le impuso a la senadora Piedad Córdoba. ¿Cuál cargo pesó más
para sancionarla como lo hizo Ordóñez? Seguramente porque ella no piensa lo
mismo que el Procurador, en materia religiosa.
Así mismo, se la veló a Gustavo Petro, por el
mismo motivo: no pensar igual.
El Dracón moderno reconoció que Petro no estaba
siendo sancionado, como su antecesor Moreno Rojas, por tramposo, por ladrón,
etc., sino por una conducta equivocada en el manejo de las basuras, es decir,
simplemente por un error administrativo. ¿Se justifica echarlo del puesto como
a una rata y, para acabar de joderle la vida, impedirle el ejercicio de la
política por 15 años?
Eso no es prudencia. Eso es un acto de tiranía,
de crueldad y de abuso del poder.
Cuánto necesita nuestro país que haya jueces
verdaderamente prudentes y sabios, pero no Torquemadas que mandaban a la pira a
quienes no pensaran al unísono de las jerarquías eclesiásticas o políticas.
Qué bueno que alguien le mostrara a Ordoñez la
famosa frase de Voltaire dirigida a un contendor político. «No estoy de acuerdo
con tus ideas, pero daría hasta la última gota de mi sangre por defender el
derecho que tienes a expresarlas»
Medellín, 14 diciembre de 2013
* Alvaro Ochoa
Morales, abogado posgraduado en
Derecho de Familia, Unaula. Miembro de la Asociación Nacional de Abogados Laboralistas
al servicio de los Trabajadores.
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